Friday, September 6, 2013

“SALIR DE LA PRISION NO ES EL FINAL, SINO CASI EL COMEINZO”

El vía crucis de un ex preso político cubano.
Por José Alberto Álvarez Bravo
Jorge Alberto Liriano Linares ha sido condenado dos veces por enfrentarse, sin otras armas que su verdad y su valor, a la feroz maquinaria represiva de la dictadura castrista. Las duras condiciones del presidio político cubano no acallaron su voz, no menguaron su rebeldía. Firme y erguido, ha cumplido sus condenas sin doblegarse ni pedir tregua en sus vicisitudes.
Que nadie se llame a engaño. Salir de la prisión de “régimen especial” conocida como Kilo 8 no es el final, sino casi como el comienzo, del via crucis en que sobrevive Liriano Linares.
Sesenta y tres años de edad, con su salud quebrantada por los rigores del gulag cubano, sin recursos financieros para solventar sus necesidades básicas, Liriano me cuenta que ha sido despojado de su vivienda en su natal Camagüey mediante un atrabiliario decreto del régimen castrista.
Impelido por una incontenible necesidad de comunicar, Liriano escribe a mano hojas y más hojas con su caligrafía regular, para luego buscar la manera de que alguien transcriba sus textos. La generosidad de un hermano de ideales le provee techo y un bocado, pero Rodolfo Ramírez Cardoso tampoco navega en la abundancia; precariedad y entereza es lo que más tienen para compartir, en tiempos en que se ha esfumado el apoyo que antes la disidencia cubana recibía del exilio.
Pese a todo, Liriano suscribe la frase acuñada por nuestro querido hermano Antúnez: “ni me callo ni voy”.
Es mediodía del domingo 1 de septiembre de 2013. “Ya desayuné”, me dice para no privarme de la mitad de mi magro desayuno, preparado por mi mujer antes de irse a cumplir, adolorida por los golpes recibidos la víspera, con su deber como Dama de Blanco. Liriano miente. Se nota que tiene hambre, y ni un centavo. Tampoco tengo nada que darle, salvo mi cariño. Me muestra su boca; ni un solo diente. “Infección bucal, contraída en la prisión”, me dice sin muestras de autoconmiseración.
Le muestro partes de La Película del CAMBIO, en la que centenares de cubanos de la isla testimoniamos nuestro rechazo a la dictadura castrista a través de breves clips de video. Le grabo su participación. Se entusiasma con la idea, y me promete colaborar cuando tenga una cámara fotográfica.
Le cuesta irse. Parece sentirse bien compartiendo este tiempo conmigo. Este camagüeyano bueno me deja fortalecida mi determinación de luchar, hasta el último segundo de mi vida, contra un sistema desalmado que ha causado tanto daño a nuestra patria; con ayuda o sin ayuda, hasta la libertad o la muerte.








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